lunes, 4 de abril de 2011

URBANIZACION DE VILLAS Y ASENTAMIENTOS


La ciudad genera villa y la villa siempre está creciendo”
Explica que esos asentamientos aumentan su población tanto en períodos de bonanza como de empobrecimiento. Y que será así mientras no exista una política integral de vivienda.


Desde la plataforma elevada que supone la autopista Illia a poco de llegar a Retiro desde la Provincia, el automovilista no necesitará torcer demasiado la cabeza para intuir una ciudad de 30 mil almas ya, metida en otra. Claro que la existencia real de ese predio de poco más de 15 hectáreas de abigarradas viviendas no depende de las miradas de quienes se sientan detrás del volante. Porque aunque no la miren, la villa existe. Desterrado cualquier criterio de imaginación que, por ejemplo, hubiera horrorizado a Italo Calvino –bautizó con nombre de mujeres sus ciudades fantásticas del libro Las ciudades invisibles–, a esa zona se la conoce oficialmente con un número, la 31. En tiempos declamados de inclusión social como éste, las villas de Buenos Aires aumentaron en habitantes el 60 por ciento en los últimos diez años y nada indica que el fenómeno deje de crecer.
Por el contrario, el país crece, la ciudad crece, las villas crecen en paralelo. Algo anda mal.


Flojo de vocación, el ahora arquitecto Javier Fernández Castro eligió su carrera casi por descarte. Egresado del Nacional de Buenos Aires y con un enciclopedismo incapaz de orientarlo –“casi cualquier cosa me daba igual”, dice– fluctuaba entre el arte y la historia, una combinación que se le antojaba entre creativa y con un interés social que fundió –equivocada pero felizmente piensa ahora– en la arquitectura. Pero como rascarse, fue cuestión de empezar. Hoy forma parte con otros colegas de la Facultad de Arquitectura de la UBA y con representantes de los vecinos y de los gobiernos de la Nación, como dueño de esas tierras, y de la Ciudad, como quien debe dictar las normas para ese predio, de una mesa de concertación que nació después de la aprobación en 2009 de la ley local de urbanización.


¿Qué es una villa para la arquitectura?


Daría vuelta la pregunta: ¿Para qué arquitectura es visible la villa? No es un tema demasiado tratado en la profesión, aunque ahora las villas empiezan a ser leídas como una forma más de urbanización de las ciudades. Y por lo tanto, se piensa desde la arquitectura cómo intervenir en esa dimensión espacial de la pobreza.


¿Las villas son fenómenos que se dan sólo en los países periféricos?


Es una realidad en metrópolis que siguen en crecimiento, básicamente las latinoamericanas y las asiáticas. Europa, por ejemplo, resolvió el tema de la vivienda o de la ciudad en términos sociales hace 40 años. Pero son ciudades congeladas. Acá las dificultades de acceso al suelo y la imposibilidad de incorporar sectores al mercado inmobiliario hace que el espacio que la sociedad dejó vacante o no cuida termine siendo ocupado por una necesidad cierta de tener un lugar en el mundo.


¿La ciudad como estructura urbana tiende a repeler a las villas?


Parecería que la ciudad es una y las villas están por afuera de ella. Pero no. Desde hace tiempo se piensa que el propio sistema socioeconómico genera el tema villero. De alguna manera, la ciudad genera villa. Y la villa siempre crece. En períodos de avance económico, porque lo que ya está asentado allí tiende a multiplicarse. En los de empobrecimiento, porque atrae población que se ve expulsada de circuitos más formales.


¿Así será por siempre?


Sí, hasta que no haya políticas integrales de hábitat. Durante muchos años el Estado estuvo ausente y produjo una invisibilización del tema que cuesta remontar.


¿Qué costo urbano implica para una ciudad como Buenos Aires tener 300.000 personas con viviendas inadecuadas (villas, inquilinatos, casas tomadas)?


Es un 11 %, con el área metropolitana llega al 13%. En Río, la mitad de la población está favelada, y en Caracas llega al 60%. Parece que solucionar esta situación de las villas asentadas en los dos estados con el PBI más alto del país no sería cuestión de presupuesto, sino de juntar voluntades políticas con saberes técnicos. Mantener las villas tal cual están a veces cuesta más que urbanizarlas. Por ejemplo, el Estado costea la provisión de agua potable con camiones cisternas cuando a largo plazo con ese presupuesto ya se hubieran pagado varias redes de infraestructura.


Se produce cierta puja con sectores medio bajos que se sienten menos beneficiados que los habitantes de las villas, por ejemplo, en el pago de electricidad.


Ellos tienen voluntad de pagar, pero no les dan medidores porque eso implicaría el reconocimiento de cierto derecho de dominio sobre la tierra. Lo mismo pasa con la infraestructura. Es difícil de pensar pero ocurre: el Estado construye cloacas fuera de la norma o suministra agua de dudosa calidad, para no generar una boleta de pago.


¿No es esquizofrénico ese comportamiento: el Estado da servicios pero no los cobra, acepta la ocupación pero no quiere reconocerla?


Hay una especie de pensamiento mágico sobre la erradicación: ‘bueno, son unos muebles que un día voy a correr de lugar’.


¿Cuál es el valor de ese predio?


El valor de la tierra está ligado a lo que se puede levantar sobre ella, a la constructibilidad que el Estado le atribuye con una norma. Si el Estado decide asignar a esa tierra un uso social deja de tener valor comercial. Hay mucho mito. Incluso los habitantes de la villa se ufanan y dicen ‘estamos asentados en terrenos de millones de dólares’, pero cuando uno les explica lo anterior algunos quedan apesadumbrados.


¿Cuál es la situación jurídica de la propiedad de la tierra en la 31?


El asentamiento es de hecho, pero la Legislatura porteña sancionó una norma específica para este caso, iniciando un proceso de urbanización.


A pesar de la falta de papeles ¿en la villa existe la propiedad privada?


En la villa hay propietarios e inquilinos; los históricos y los recién llegados. Existe un circuito inmobiliario informal reconocido por los pares. Y una discriminación interna entre esas categorías.

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