miércoles, 28 de septiembre de 2011

La muerte debe transitarse con la dignidad de la vida


La muerte forma parte de la vida, tanto que es el último acto de la misma y requiere poder transitarlo con la misma dignidad que debe exigirse para la vida de todos los seres humanos.
Los adelantos biotecnológicos que permiten hoy salvar vidas, muchas veces, si no son usados adecuadamente, pueden diferir artificialmente en ese último paso y prolongar una agonía que termina desconociendo la dignidad del muriente. El respeto por la autonomía del paciente es el nuevo paradigma de la Bioética, y es la expresión de la libertad de la persona y de su posibilidad de autogobierno en cuanto a proyecto de vida y cuidado de su salud. Si una persona solicita no prolongar una situación que resulta irrecuperable, insistir en la aplicación de medidas implicaría incurrir en violación del principio de no maleficencia, y desvirtuaría la “buena práctica clínica”.
No se trataría, en efecto, de aliviar el sufrimiento ni de recuperar la salud, sino de prolongar un sufrimiento. Lo expuesto no significa el abandono del paciente, sino la posibilidad de aplicar los cuidados paliativos si fuera necesario, aliviando el sufrimiento y mejorando la calidad de vida remanente, con respeto por la dignidad de la persona y la aceptación de la finitud de la condición humana. La dinámica de la actuación médica debe basarse en un intercambio dialógico que incluya la información adecuada y la certeza de la comprensión del paciente y sus familiares. Esa buena relación evitará la judicialización del acto médico y contribuirá al mayor respeto por la dignidad del ser humano.<

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